Echándose a andar desde la Plaza do ...
Echándose a andar desde la Plaza do Obradoiro, mezclándose con la gente y entregándose a lo que la ciudad proponga, uno descubre que Santiago está abierta al mundo, pero es aún absolutamente gallega en su carácter, en sus tradiciones y en sus costumbres. Las calles alrededor de la Catedral, surcadas por turistas y peregrinos, guardan un clima sugestivo que enreda y atrapa: Se suceden la Praza da Inmaculada y luego la de Quintana, por donde se accede a la Puerta Santa, que en 2010 estará abierta por ser Año Xacobeo. Allí se encuentra la emblemática Torre Berenguela, cuyas campanas resuenan al dar cada hora por toda la ciudad. Más allá se abre la pequeña Plaza de las Platerías, a donde mira la más antigua fachada de la Catedral, una impresionante muestra románica con bellísimos bajorrelieves. Cada rincón, cada rúa, cada plaza, invita a detenerse, a deleitarse con las tiendas que ofrecen quesos y tartas de Santiago, a sentarse en la terraza de un bar mientras casi siempre se escucha a algún músico callejero. Los muros de Santiago son una gran caja de resonancia donde a cada rato suena estridente y triste una gaita, o dulce y apasionado un violín.