Memoria de una aventura
Papeles, legajos, cuentas, registros, pergaminos, títulos de propiedad, embargos, ventas...Miles de documentos parecían querer perderse y mezclarse en los cuatro archivos con los que contaba la corona española allá por el año 1778. Todos ellos, concernientes a los dominios españoles más allá del Atlántico en aquella Hispania donde según se decía no se ponía el sol.
Madrid, Valladolid, Cádiz y Sevilla se repartían la valiosa carga del registro económico, censal y cultural de España. Pero el rey Carlos III, como buen monarca ilustrado que era, decidió unificar todo bajo un mismo techo y localizarlo en la ciudad que en aquel momento ostentaba el poder económico de la nación. Así que se expropiaron unos terrenos cercanos a la catedral, por aquello de que muchas de las transacciones económicas de Indias se hacían en el interior del templo y claro, eso era una vergüenza, y se levantó un edificio que formaría parte del eje de poder sevillano.