Una tarde en Baeza
Llegué a Baeza al atardecer, y apenas eché a andar desde la Puerta de Úbeda -uno de los pocos vestigios del recinto amurallado destruido por orden de Isabel la Católica en 1476-, quedé embelesada. Un mundo antiguo de calles estrechas, con muros que esconden jardines arbolados y pasadizos cubiertos de arcos se abrió frente a mí. A mi paso descubría pequeñas plazas rodeadas de naranjos, rincones donde manaba agua de una fuente. ccccccccc, quedé frente al extraordinario Palacio de Jabalquinto. Su fachada gótica con influencias mudéjares y el patio renacentista que guarda en su interior son verdaderas joyas arquitectónicas.
En Baeza, por más que camines sin rumbo, llegas siempre a la plaza de Santa María, donde está emplazada la Catedral. La impresionante iglesia fue construida sobre la antigua mezquita, y es una mezcla de varios estilos: la Puerta de la Luna, de orden mudéjar, perteneció a la mezquita, la Puerta del Perdón es gótica, y en su interior, la notable Capilla Dorada es renacentista con clara influencia italiana. El entorno de la plaza de Santa María, con la fuente que corona su centro, es sencillamente espectacular, y la mejor manera de apreciarlo es desde las escalinatas de la Catedral. Desde allí, sin esfuerzo alguno, sólo mirando alrededor, a uno se le va siglos atrás la imaginación.
Baeza, que junto a su vecina Úbeda ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad, tiene un animadísimo ambiente. El Paseo de la Constitución es eje de la vida cotidiana de Baeza y el lugar donde pasear al anochecer. Ya más tarde, luego de cenar, es una pasada acercarse al Café Teatro Central, un bar con mucho sabor donde se reúnen los baezanos a escuchar buen jazz.