Portal de los fiordos noruegos
Miles de turistas llegan a Bergen y se limitan a conocer lo que las guías de viaje recomiendan con el famoso "No hay que perderse". Y ese es un error tan común como imperdonable.
Y es que lo que hay que hacer es todo lo contrario, es obligatorio perderse.
Merece la pena pasear sin rumbo por Bergen, caminar sus callejuelas y viejas calles e imaginar donde ha vivido y trabajado la gente durante siglos, ver como un camino de adoquines se transforma en empinadas escaleras que nos llevan a rincones encantadores, con casas pintadas de vivos colores y alegres arreglos florales.
La que fue hasta 1830 verdadera capital del reino, ciudad más grande del país e incluso de Escandinavia, era cabeza de un emporio comercial y portuario de vital importancia para Europa y por supuesto para los comerciantes hanseáticos.
Fruto de ese comercio y las ganancias que generó, son los espectaculares edificios que salen a nuestro paso según recorremos la ciudad, mezclados con las casas de madera que durante siglos han cobijado a familias más humildes que también contribuyeron al engrandecimiento de Bergen.
Museos, parques, bares y restaurantes, teatros y salas de exposición ponen el broche de oro para aquellos que buscan algo más que conocer el barrio antiguo de Bryggen o el famoso mercado de pescado que permite una experiencia gastronómica a pie de calle muy difícil de evitar.