Iralis Carolina Fragiel Arenas
Bienvenidush
Cuando me acerqué a este restaurante pensé que era una tiendita, una especie de bodegón, un lugar en el que podías comprar souvenirs originales, quesos y vinos, el templo de las delicateses para llevar. Aunque no estaba tan equivocada, había más por descubrir.
Al entrar su decoración marcada por el rojo, el negro, y la madera, salpicada de pequeños detalles y corazones, me hablaban del cariño con el que se realizan las cosas. Es bien pequeño, apenas dos o tres mesitas, pero su menú sorprende: falafel, hummus, shawarma, wraps, entradas -como el carpaccio de carne-, sopas -la de brócoli con leche de coco y limoncillo me encantó- y postres, entre el que destaca el de wafles belgas con torta helada.
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