Encuentro cercano con los Masai
Nunca imaginé que algo tan fastidioso como una avería de nuestro jeep nos regalaría la experiencia más entrañable de nuestro viaje a Tanzania...
En julio de 2007 andábamos de safari por aquel país. Como ya he comentado, en los viajes intento siempre hacer algo nuevo por primera vez y, en esta ocasión, la locura fue subir el volcán Ol Doinyo Lengai (¡muy duro!), situado cerca del lago Natrón.
La base de operaciones para la ascensión fue el modesto camping Kamakia. Es uno de los dos únicos de la zona, por tanto no hay mucho donde elegir, el lugar es agradable y está cerca del río. El entorno es muy pintoresco y el alojamiento está en medio de la nada. Sus instalaciones son discretas, ¡es más bien espartano!. Para los cocineros hay habilitado un cobertizo y para la higiene personal un par de "garitas" adosadas de 1 metro cuadrado, con una ducha y un WC de "agujero", ambas con paredes de plástico azul y techo de chapa ondulada, la ducha con agua abundante a temperatura del río. ¡Lujos cero!
Lo dicho, el jeep se averió y estuvimos tiradas durante horas en el camping, en el que, aquel día, no había más clientes. Estábamos solo nosotras dos y los niños masai quienes, para nuestra sorpresa, nos adoptaron por completo y compartieron con nosotras la espera, deleitándonos con sus danzas típicas, vistiéndonos con sus túnicas, explicándonos historias, en el poco inglés que chapurreaban, sobre sus costumbres, sus vidas, sus tradiciones e incluso regalándonos pulseras (la mía la conservo como un tesoro)...Fue mágico, una experiencia única.