El frío de lo inhumano
Visité Terezin (aunque yo lo conocía por su nombre alemán Theresienstadt) a finales de diciembre, por lo que puede imaginarse el frio que hacía en la República Checa por esa época...aunque nada comparado con el frío interior, de ese que cuesta quitarse, con el que sales tras visitar el campo de concentración de Terezín (y su aledaño crematorio).
Para llegar a Terezin, no es necesario contratar ninguna excursión organizada, al menos en invierno, simplemente coger un autobús en la central de autobuses de Praga (Nádrazí Holesovice, Jízdenka) que te deja delante del complejo en una hora. El precio ronda las 100 coronas, por lo que es bastante asequible.
El 10 de junio de 1940 la Gestapo tomo el control de Theresienstadt instalando una prisión en la Fortaleza pequeña. El 24 de noviembre de 1941, el lugar fue convertido en un ghetto amurallado, empezando con una "pantomima" propagandística. Para el mundo exterior, Theresienstadt debía aparecer como una colonia judía modelo. Incluso se rodó una película con el título de Der Führer schenkt den Juden eine Stadt (El «Führer» regala una ciudad a los judíos), para transmitir esa sensación. Pero se trataba de un campo de concentración, que también fue utilizado como campo de transición hacia Auschwitz y los otros campos de exterminio.
Además de deportados no judíos críticos o molestos para el régimen nazi, se encerró a unos 144 000 judíos. Alrededor de la cuarta parte de los deportados (unos 33 000) murió en el campo de concentración, sobre todo por las malas condiciones: el hambre y las enfermedades, en especial la epidemia de tifus que se desencadenó cercano ya el final de la Guerra. Unas 88 000 personas fueron trasladadas de aquí a Auschwitz y otros campos de exterminio. Al finalizar la guerra, solo se encontraron 17 247 supervivientes.
Pasar bajo el arco "Arbeit macht frei", pasear por sus bloques, visitar sus celdas, duchas o ver el estado de las "letrinas" es una experiencia que, aunque dura, yo recomiendo si se tiene algún día extra en el viaje a Praga. Olvidar el pasado es estar condenado a repetirlo...
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