La luz del norte
No se puede decir que se ha conocido Menorca en su totalidad o casi, sin haber visitado el faro de Cap de Cavalleria. ¿Y por qué digo esto? Muy sencillo, porque para llegar a él hay que pasar afortunadamente por un paisaje rural que condensa la esencia del campo menorquín.
Frondosos montes ondulados formados por pinos y acebuches (sinceramente no me esperaba una isla tan boscosa), prados infinitos salpicados por llocs (caseríos), verjas y barreras que delimitan propiedades y que hay que abrir y cerrar de nuevo (importante) y ovejas que pastan a sus anchas será nuestros compañeros de viaje hasta llegar al faro.