Simpática característica para destacar las estrechas callejuelas entre antiguos edificios
Esta ciudad pareciera ser la ciudad de las callecitas angostas pero no como el cuento de Hadas de Hansel y Gretel en el que se narran las aventuras de estos dos hermanitos siguiendo el rastro de una miga de pan, aquí éramos mi amiga y yo siguiendo el serpenteante y estrecho camino hacia la Torre del Campanario habiendo asistido a misa pues era domingo en la Basílica de Santa María. Al salir subimos los escalones alumbrados por una preciosa farola de tres luces para adentrarnos caminando entre los muros y algunos helechos de humedad que surgían entre las antiguas piedras de los mismos, algunas pequeñas ventanas enrejadas y un ingreso lateral a la Basílica. El Carreró estaba todo iluminado por faroles de hierro con luz amarilla que le daban una mágica tonalidad a las paredes. Más allá múltiples ramilletes de musgo y helechos y asomando desde el patio de una casa vecina algunas rosas de diferentes colores y tamaños, una bignonia, algunos malvones y antiguas antenas de televisión, hasta que llegamos a la torre rematada por una cruz y totalmente iluminada, lamentablemente no pudimos acceder pues la misma estaba cerrada en ese horario.