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Casa de Pedro Lobato

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3 opiniones sobre Casa de Pedro Lobato

Algar (Cádiz)

Una pequeña localidad de la Sierra de Cádiz, no tan conocida como los pueblos blancos, pero no por ello con menos encanto. Gente llana y muy agradable.

Cerca podemos disfrutar de un entorno natural magnífico y además de estas "ruinas celtas", construidas por un lugareño, que te trasladan a lo más profundo de Irlanda donde menos te lo puedes esperar.

Un sueño hecho piedra

Estábamos recorriendo la sierra gaditana cuando decidimos entrar en la Villa de Algar. Antes la carretera cruzaba el núcleo urbano por medio y Algar era un sitio de paso, pero desde que construyeron la presa inundando parte de la carretera Jerez-Cortes de la Frontera, obligando a desvíos importantes, Algar se ha quedado a un lado del camino. Hacía muchos años que no iba a Algar y nos acercamos porque nos habían dicho que parte de la calle central que lo atraviesa había sido convertida en peatonal. Y así era, la calle Real obligaba para pasarla a callejear, con tan mala suerte que nos equivocamos de camino y terminamos donde no queríamos, por lo que dimos la vuelta y regresamos por donde vinimos.


Pero no nos importó porque descubrimos una auténtica maravilla, absolutamente inesperada, y el retornar por el mismo itinerario nos permitió contemplarla dos veces.

Subíamos las lomas de la A-2201 procedentes de San José del Valle cuando tras una curva divisamos de repente una extraña edificación. Parecía un castillo un monasterio almenado pero sus murallas eran muy bajas y sus almenas se combinaban con ornatos más propios de iglesias. Por supuesto no identificamos el estilo porque no tiene un estilo definido.
Al llegar a la verja de entrada vimos que entraba en su recinto un camión con materiales de construcción. Aprovechamos para entrar detrás y aparcamos a un lado. Caminamos haci el centro de aquella extraña edificación cuando advertimos que estábamos dentro de la misma, siguiendo una baja muralla adornada excéntricamente. Paralelamente pasaba una calle y por el lado por el que habíamos llegado caía una ladera. Vimos algunas estructuras con aspecto de catedrales en miniatura y cuando más internamente nos encontrábamos divisamos un edificio cuadrangular del que salieron una mujer y un niño. Discretamente, pues nos encontrábamos en propiedad privada sin permiso alguno, fuimos reculando hacia la entrada con los ojos aún alucinados por tan fantástica estructura.

Abrimos la verja, el camión ya no estaba, y nos fuimos pueblo adentro terminando por pasar por el mismo lugar con la boca seca por el asombro.

Paramos en la venta Tempul, de donde surge una fuente que surte de agua a toda la comarca, y aprovechamos para preguntar por lo que habíamos visto.

Allí nos comentaron que Pedro Lobato Rodríguez, nacido en 1955, has ido uno de los boxeadores más grandes de España y un auténtico orgullo local. Este hombre descubrió el boxeo, aunque más exacto sería escribir que el boxeo le descubrió a él, cuando trabajaba como emigrante en Castellón y Murcia. Pero como carecía de técnica su fuerza natural no fue suficiente para abrirle caminio en una afición que ha tenido desde pequeño. Pero en Madrid preparadores con buena vista se fijaron en él y le enseñaron a combatir consiguiendo grandes vistorias que le proyectaron a la Selección Nacional con la que disputó diversos torneos internacionales.
En la categoría de los semipesados llegó a disputar el Campeonato de Europa seis veces e hizo una gira por Latinoamérica tras la cual se quedó a vivir en su provincia natal acabando aquí su vida deportiva.

Lobato, me permito el lujo de llamarle así porque ése era su apodo en los carteles, se construyó una casa imitando los estilos artísticos que tanto le habían impresioado en sus viajes. Sin apenas conocimientos técnicos comenzó a acarrear piedra del monte y a construirse esta especie de castillo palaciego donde hoy vive en el fondo del mismo, junto a una sala de boxeo donde entrena a quienes se interesan por este deporte.
Aunque con el tiempo ha ido recurriendo también al ladrillo comprado todavía me resulta inconcebible cómo ha podido construir esta maravilla prácticamente solo, sin ayuda alguna.

Si cruzas la serranía gaditana recuerda que en la A-2201, a la entrada misma de la Villa de Algar, hay un sueño hecho piedra, hecho realidad.
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