Brujas me embruja (imposible resistirme al juego de palabras)
Pongamos Brujas en perspectiva en el marco de un viaje a Bélgica.
Son muchos los motivos por los que Bruselas y la excursión con la que puedas combinar la visita a la capital en un fin de semana largo (véase Gante, Amberes o Brujas) me parecen una escapada de lo más recomendable. Son motivos sutiles y personales, que no tienen porque ser válidos para todo el mundo. Me explico.
Así como la capital y ciudad más grande de Bélgica no abandera un estilo de luces de neón que te deslumbre y es más bien una ciudad discreta y agradable (lo que muchos calificarían como una chica "simpática", que quizá no haga "girar cabezas" pero que esconde encantos que aguardan al ser que sepa apreciarlos), Brujas es todo lo contrario, la niña bonita, la que sí enamora a todos y levanta suspiros. Y servidora también sucumbió a sus encantos, como lo haría el 99% de la población mundial (y me quedo corta).
Brujas es perfecta. Es linda, romántica y coqueta. Y entonces, ¿cómo discurrió mi escarceo con ella?
En un sábado lluvioso del mes de octubre, dejamos Bruselas en coche y nos plantamos en tierras brujenses tras una hora y cuarto de cómodo trayecto. Lo primero que me llamó poderosamente la atención mientras nos adentrábamos en el corazón de la ciudad en busca de un aparcamiento público fue su atractiva arteria comercial: decenas de tiendas, tanto de prendas convencionales como de productos típicos (encajes y chocolates), nos aguardaban expectantes. Por suerte para nuestros bolsillos, los menesteres prioritarios eran otros, en concreto empaparnos de su patrimonio y callejear. Así que, tras dejar el vehículo, iniciamos nuestra ruta a pie por el casco antiguo de la ciudad. En seguida desembocamos en su Grand Place e intentamos visitar el campanario Beffroi pero nos fue imposible, pues cierra bastante pronto (a las 16h), ¡tomad nota!
Seguimos paseando embobados y nos detuvimos a contemplar la maravillosa plaza donde se ubica la Iglesia de la Preciosa Sangre, ¿a qué fachada mirar cuando todas rivalizan en belleza?. Entramos en la citada iglesia, visita que resultó ser breve pero interesante (y gratis), ¡la recomiendo! Fue ahí cuando, en ese preciso instante (¿quizá fue la intervención de alguien por nuestra visita piadosa?) salió el Sol. Una luz brillante lo bañó todo y, raudos y veloces, nos dirigimos a tomar un barco para hacer una excursión por los canales y aprovechar la racha. Durante 30 minutos construimos uno de los hitos de nuestro viaje a Bélgica: fue un paseo maravilloso. Las vistas a lo largo del recorrido no te permiten soltar el dedo del disparador. ¡Es una postal tras otra!
Al acabar, satisfechos, nos tomamos un chocolate caliente en un café junto al embarcadero (2 euros) y, con el cuerpo a tono, paseamos hasta la Catedral atravesando puentes de cuento de hadas y estampas de ensueño. Con ese perfecto broche, regresamos a las 19h a Bruselas, en realidad con ganas de quedarnos para disfrutar de una cena en alguno de los maravillosos restaurantes que habíamos ido divisando por el camino. Os recomiendo, visto lo visto, organizar una escapada romántica a Brujas y cenar a la luz de las velas de cualquiera de sus rincones gastronómicos.
En conclusión, es imposible no rendirse a los encantos de Brujas. Imposible.


