Castillo de Castril
A mediados del siglo XIII, tras la conquista cristiana de Murcia, se fija la frontera con el reino nazarí de Granada quedando protegida por los musulmanes mediante una sucesión de fortificaciones para control de la región. Castril ofrece su castillo que pronto se constituye en el mejor bastión defensivo posible ya que su majestuosa presencia encaramado en la peña junto a lo abrupto del entorno y el infranqueable cañón del río Castril, disuadían de inmediato al posible invasor.
En la zona superior se establece el recinto militar perfectamente parapetado entre los riscos que le sirven de sustento para la ejecución de las torres; la distribución de las mismas se realiza aprovechando los peñones que de modo rítmico jalonan el perímetro de la cumbre. En realidad, la propia naturaleza ya había construido la fortificación y la mano humana solo tuvo que complementarla. A veces, los tajos que forma la roca (desniveles que alcanzan los 50 m.) eran más que suficientes para hacer las funciones defensivas por lo que en esos tramos no fue necesario añadir ninguna estructura.
A media altura entre el núcleo actual y la zona militar, este espacio fue muy alterado durante la ocupación cristiana de la fortaleza y apenas se han documentado estructuras, si bien, existen evidencias de pequeñas construcciones que estuvieron adosadas a las rocas y murallas. En las obras de restauración se ha respetado la configuración previa, manteniéndose la plataforma existente.
La localización de una torre con estancia al interior en este nivel intermedio ha propiciado la restitución de su volumen, que para no sobrecargar la base, se ha realizado con una estructura ligera (pilares y chapa metálicos) y revestimiento con mortero de corcho, consiguiendo una correcta integración tanto formal como material.
Texto tomado de Antonio Martín Muñoz · Arquitecto y Director de las Obras de Restauración del Castillo de Castril.


