Grossmünster

La inconfundible silueta de las dos torres de la catedral, bastan para llamarnos junto a ella. Edificio emblema fundamental en la historia de la reforma suiza alemana y la ética protestante, su interior, muy diferente al de las grandes catedrales europeas a las que estamos acostumbrados por la falta de ornamento y sobriedad, nos regala unas preciosas vidrieras de Giacometti, y una estructura de base gótica de tres naves de lo más perfecta con una culminación gótica muy delicada en las bóvedas.
Eso sí, la diferencia de la que hablo se basa en la severidad de la corriente reformista, pero lo que no se pudo evitar fue el paso del tiempo y con él las diferentes corrientes arquitectónicas que de manera obligatoria lo acompañan.

Su aspecto exterior es llamativo en comparación con los edificios que la rodean, casas de poca altura y uniformes le sirven de presentación, aportando una mayor majestuosidad a sus dos columnas.

Su nombre significa Gran Monasterio, y su construcción obedece al estilo Románico, por lo que los detalles excesivos y las florituras en la decoración no tienen cabida entre sus muros; de todas formas a lo largo de su historia ha visto como se le iban añadiendo algunos complementos de otros estilos arquitectónicos, como la parte superior de sus columnas que pertenece al estilo Neo-gótico o las vidrieras, concebidas como arte moderno y que sin duda llaman la atención.

Se puede acceder a pié o si te es más cómo se encuentra cerca de la parada de tranvía Helmhauss. Esta iglesia está compuesta por dos torres románicas, a las que puedes acceder previo pago de 4 CHF (adultos). Merece la pena subir sus 187 escalones para contemplar una panorámica de Zúrich y alrededores, desde luego que te vas a sorprender. Podrás acceder desde las 10.00 a las 16.30 y los domingos a partir de las 12.30 hasta las 16.30 horas.

Justo al otro lado del río desde la iglesia de San Pedro, la Catedral se erige gris, inerte, como un monumento llamativo desde cualquier parte de la ciudad. Se asoma al río con un mirador espectacular donde los suizos se agolpan a tomar algo cuando hace buen tiempo y da sensación de paz y tranquilidad. Sin ser espectacular, su sobria belleza llama la atención al visitante.

Pero Zurich fue especialmente seco, el río y sus calles fueron lo más llamativo.

Me encanta es una iglesia muy peculiar, y subir a la torre merece la pena por las vistas.