Una catedral singular
La catedral de Palermo me sorprendió. En primer lugar porque iba andando por la via Vittorio Emanuele, y no me esperaba encontrármela así, en una magnífica mañana de cielo azul, casi brillando y recortándose en el mismo, espléndida.
En segundo lugar, por lo singular y original de su arquitectura, llena de referencias árabes, normandas, que no la hace parecer una "iglesia" sin más, sino una especie de palacio o castillo fastuoso...
En tercer lugar por la agradable y amplia plaza que se extiende delante de ella, que permite contemplarla con algo más de horizonte y perspectiva que las estrechas calles que dominan el Palermo antiguo.
Es cierto que su interior no respondió del todo a las expectativas que me labré desde fuera, aunque aquí podemos encontrar la fastuosa capilla dedicada a Santa Rosalía, una niña que después de ser traída desde una localidad de un monte cercano a Palermo (ya cadáver), logró despejar a la ciudad de la epidemia de peste que la asolaba, allá por el año 1624... o eso dicen. Desde luego, es la santa más venerada de la ciudad, su patrona.
Dicen que la catedral se construyó sobre una mezquita, y que antes de ésta había un templo fenicio. Estamos, pues, ante un emplazamiento venerado desde la antigüedad.
Quiso la suerte que ése día fuera Domingo de Ramos, así que había cierto ambientillo como la venta de ramas de olivos a sus mismas puertas.
Quizá esta sea una de las visitas más imprescindibles de Palermo.


