La heredera del tiempo
La catedral de Tortosa, enclavada en el punto justo, en el núcleo de la ciudad y que forma junto con el Castillo de la Suda una pareja histórica inseparable, hunde sus cimientos en lo que en su día fue el foro romano y mas tarde templo visigótico, mezquita e iglesia románica. Así que ese suelo, donde se levantó la Catedral allá por el siglo XIV, tiene una carga histórica y emocional que se nota nada más pisar las calles que rodean al templo.
Vista desde los Jardines del Príncipe, la iglesia presenta su aspecto más macizo, como si fuera una prolongación del castillo que se levanta más arriba, pero cuando nos acercamos vemos que que no es tan homogénea como puede parecer, ya que los diferentes episodios de la historia hicieron que se fuera construyendo a cachitos, por partes, como si siempre quedara algo por hacer. De echo se consagró sin estar terminada y fueron necesarios cuatro siglos para que quedara tal y como la vemos ahora. Y sigue inacabada.
Basta fijarnos en la fachada barroca para ver las ausencias, o en las torres y si queremos afinar más, dando un paseo por el exterior observar los cambios bruscos de constructores y estilos.
Aún con todo es una obra de arte que vale la pena admirar. Porque también hay belleza en lo inacabado.
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