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Ciudad Vieja

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96 opiniones sobre Ciudad Vieja

La joya colonial de Cartagena de Indias

Junto con Getsemaní, San Diego y la Matuna forman la parte más antigua de la ciudad. El Centro y San Diego, se encuentran amurallados. Ya desde la puerta del reloj (la entrada principal al Centro) y la plaza de los coches (la primera al otro lado de la muralla) uno se transporta en el tiempo a épocas de piratas y corsarios que trataban de conquistar la rica plaza española.
Caserones y palacios de otras épocas se mantienen en pie y, hoy en día, se han convertido en lujosos hoteles y museos (como el de oro). La tranquilidad de sus calles (tranquilidad en cuanto a coches y polución, que no a gente porque están llenas de turistas) ayuda a que nos olvidemos por un momento de tráfico, ordenadores y estrés, para recordar (o más bien soñar) la vida de esos siglos (que seguro que tenían otras preocupaciones, como ser asesinados por los piratas...)

El lugar que hay que visitar en Cartagena de Indias, la joya colonial de Colombia
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Viaje de novios en la Ciudad Amurallada de Cartagena de Indias

Apetece recorrer cada uno de sus rincones, de sus calles, de sus locales,... fotografiarlos, contemplarlos sin ninguna prisa, sin que nadie te persiga, a tu aire.
La gente es muy amable, y como ciudad turística que se precie... muy atenta y servicial.
Es una gozada, quiero volver... aunque la próxima vez, no podré darme tantos caprichos como en el viaje de novios.
Recomendada al 100%

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Ya conté sobre La Candelaria, en ...

Ya conté sobre La Candelaria, en Bogotá, sobre los kilómetros en bus hasta San Gil, sobre el precioso Barichara y el trekking demoledor hasta la Cascada de Juan Curi.
Estoy en Cartagena y no miro atrás. Caliento mis dedos y mi cabeza con una Águila bien helada, trato de no moverme al compás de la música que suena en el café Media Luna, en el corazón del barrio de Getsemaní.

Son las cinco y media de la tarde y el viento ha comenzado a soplar. Las copas de las palmeras barren la modorra de la siesta caliente y la ciudad se prepara para rumbear. Ahora se puede respirar; los ventiladores de las casitas del barrio causan algún efecto, por las ventanas entran rachas de viento marino, por las calles se arremolinan olores a pescado frito, a fruta madura, a jugos tropicales, a asfalto eternamente calcinado.
Es la tarde, qué felicidad. Las olas golpean enloquecidas y transparentes contra las viejas murallas, se vuelan los vestidos blancos de las increíbles mulatas, los hombres se regalan la primera cerveza del día y un cigarrito.
En la ciudad vieja las plazas se llenan de turistas. En la de Santo Domingo, en la de San Pedro Claver, en la de San Diego, las mesitas invaden cada rincón. En la Plaza Bolívar -una de las pocas de la ciudad vieja sombreada por enormes árboles- los cartagenos miran otra tarde pasar.
Desde que estoy aquí ando perdida en los recuerdos. Me digo que nada de lo que he vivido importa, sin embargo la ciudad vieja de Cartagena me lleva continuamente a otros lugares. Tiene los destellos de la fantástica Cádiz, el viento aliviador de Essaouira. Las campanas de las iglesias me traen nuevamente aquí. En ninguna parte del mundo he escuchado estos tañidos corroídos por la sal, el calor y la humedad.
Otra vez doy la vuelta entera a la ciudad vieja caminando por la parte más alta de las murallas; saco las mismas fotos que saqué esta mañana. No puedo con tanta maravilla. Bunganvillas moradas enredadas con blancos jazmines, malvones cayendo en cascada desde los balcones de madera, muros desconchados amarillos, celestes y granates, palacios, torres, cúpulas y campanarios de más de 300 años.
Atravieso la Puerta del Reloj, me asomo al mar desde el Muelle de los Pegasos. Al rato se encienden los faroles, se tiñe el aire de azul, Cartagena se apaga. La ciudad exhala olor a noche. Se escucha música; las mujeres –tan mujeres- caminan al compás mostrando sus dotes naturales; los hombres no se cansan y siguen diciendo deliciosos piropos. Ah, mi reina, mi flor, vente conmigo bella, todo te lo doy. Mira qué noche, mira qué luna mi amor, vámonos al mar, que en la vida lo único que vale es disfrutar.
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