El acantilado más famoso de Australia
La costa sur del estado de Victoria es conocida por la “costa de los naufragios” (Shipwreck Coast) y el motivo queda perfectamente claro cuando llegas al Parque Nacional de Port Campbell. Se trata de kilómetros y kilómetros de acantilados y playas salvajes, con un mar bravo que azotan la costa sin piedad.
Son costas difíciles de navegar, con mareas que perdonan pocos errores y clima impredecible. Por ese motivo, desde el establecimiento de la colonia inglesa original en Australia, los barcos han estado naufragando en estas cosas como si fueran pequeñas barcazas indefensas.
El punto más destacado y parada obligatoría en la Great Ocean Road son estos acantilados que se conocen como "los doce apóstoles". Se trata de los últimos restos de la roca que formaba originalmente el acantilado y su destino final es caer victimas de la erosión de las mareas. Pero mientras tanto podemos disfrutar de su imponente presencia.
Por cierto, ya no son doce piedras, sino más bien 10, dado que dos de ellos se derrumbaron en tiempos recientes….
Además de los famosos Doce Apóstoles de los que ya he hablado, toda la Great Ocean Road tiene acantilados impresionantes, con formaciones rocosas esculpidas sobre el mar de enorme belleza.
Una de las más llamativas, por el nombre y por la historia que tiene, es la llamada Puente de Londres (London Bridge). En origen se trataba de un saliente sobre el mar con dos arcos, que parecía completamente un puente construido a propósito. Caprichos de la naturaleza.
El caso es que en 1980 la sección central del “puente” se vino abajo, desconectándolo de la costa… y dejando atrapados a dos excursionistas en su parte central. Se tardó varias horas en poder rescatarles en helicóptero. Imaginaos lo angustiosas que debieron ser las horas de espera.Una playa salvaje en el fin del mundo.
Resulta más emocionante visitar los Doce Apóstoles desde la propia playa en que se encuentran, que observarlos desde lo alto de su acantilado. Para ellos simplemente hay que seguir el sendero señalizado desde la plataforma de observación y descender unos (muchos) escalones escavados en la piedra hasta la playa.
Da una extraña sensación de irrealidad, estar en una playa gigantesca, con un oleaje tremendo y contemplar de cerca las enormes moles de piedra de los Apóstoles.
Son unos 50 metros de caída en vertical, así que mejor agarrarse bien a las barandillas. Y ánimo en la subida! :-)


