Una leyenda imposible
No hay duda de que es uno de los edificios más curiosos de la capital andaluza. Y no creo que nadie me lo niegue.
Las razones son obvias. Por un lado por su ubicación, en una de las rotondas de más tráfico de Sevilla, la de los Marineros Voluntarios, aislado, sólo, como un niño que estuviera esperando en el cercano paso de cebra para cruzar al otro lado y reunirse con los edificios que forman la plaza de América.
Por otro lado, su arquitectura, una de las piezas que forman el enmarañadísimo catálogo de variedades estilísticas de la ciudad de Sevilla, muestrario y cobijo de artes y artistas.
El nombre le viene de la creencia de que este pabellón, construido para el Cuerpo de Guardia que vigilaba una de las entradas al Palacio de San Telmo, propiedad de los Duques de Montpensier, era lugar donde María de las Mercedes, hija de los Duques y futura Reina de España, pasaba largas horas de costura, arropada por la luz y el cálido sol de Sevilla que la aliviaban de sus dolencias y sus frecuentes constipados. Allí la visitaba el rey Alfonso, y allí se cruzaron sus primeras miradas de amor.
Fue tanto el cariño que la reina tomó por el pabelloncito, que pidió que fuera la última imagen que de Sevilla tuvieran sus ojos antes de regresar a Madrid, donde moriría días más tarde.
Verdad o leyenda, el precioso costurero guarda todos los secretos de los reales enamorados entre sus paredes y sigue teniendo su papel activo en la vida de la ciudad como Oficina Municipal de Turismo.
Está claro que no quiere dejar de ser arte y parte de la vida de Sevilla. ¡ Que sea por muchos años!


