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2 opiniones sobre Faro Holandés

Antiguo faro construido en 1864

Este es uno de los sitios que los turistas utilizan para observar el pueblo y el mar desde las alturas. El antiguo faro construido en 1864 está en la punta de un pequeño cerro que se ubica en el Gran Roque, y desde allí se divisa buena parte de la belleza de azul que compone este archipiélago.

El ascenso se hace por un pequeño sendero hasta llegar a la estructura hecha de piedra de coral y piedra caliza que hoy en día se encuentra en ruinas. Uno demora unos 20 minutos en subir si va lento; el trayecto es sabroso y la recompensa de vista vale la pena.

Fotos: Raymar Velásquez (@raymarvelasquez)

Atardecer desde el faro holandés

A través de la ventanilla de la pequeña avioneta que nos traslada –en apenas 35 minutos- desde Maiquetía al archipiélago de los Roques contemplo un mundo teñido de azul salpicado a intervalos por decididas pinceladas blanquecinas.

Dos colores: azul turquesa, azul claro, azul oscuro, azul en todas sus gamas, tonos y variedades imaginables para pintar desde las aguas más profundas hasta las aguas más claras, tibias y cristalinas cercanas a la orilla y blanco, un blanco portentoso, casi puro para destacar las arenas de unas playas inmaculadas, carentes casi por completo de vegetación…apenas llueve en los Roques.


Este cuadro paradisíaco se torna más cercano y humano al tomar tierra en el aeródromo del Gran Roque: sus calles sin asfaltar y sin apenas comercios, su ausencia de tráfico rodado, sus hoteles – posadas pintorescas y familiares- que no sobrepasan las dos alturas, su cafés y licorerías y su atmósfera cadenciosa y un tanto cansina tan adecuada a la temperatura media del lugar que ronda los 29º a lo largo de todo el año tejen una tela de araña que te atrapa y predispone a disfrutar de cada minuto de tiempo que pases en este auténtico Edén…

Visitar sus cayos en velero, bucear en sus aguas cristalinas, abandonarte a la contemplación y el deleite en un islote solitario sin más compañía que la indispensable nevera portátil (repleta de hielo y cerveza), una hamaca y ,por supuesto, otra persona con la cual compartir estos pequeños placeres, recorrer descalzo las calles del Gran Roque, degustar una langosta a un precio irrisorio y saborear un buen ron mientras te dejas abrazar por los ritmos caribeños que resuenan en el garito de turno son apenas una pequeña muestra de todo lo que puedes hacer en los Roques..

Sin embargo si te sobra el tiempo y tu estancia en el archipiélago te lo permite, te recomiendo que cualquier tarde, antes de que el sol se ponga recorras el sendero que desde la población del Gran Roque y pasando por el cerro El Calvario te llevará hasta las ruinas del faro holandés. La excursión es corta y placentera como todo lo que acontece en estos islotes y te permitirá conocer un edificio emblemático, el faro que el gobierno venezolano, allá por el año 1864, encargó construir a un tal Cornelius Luis Boyé , de origen neerlandés – de ahí el sobre nombre con el que se conoce el lugar-.

Aunque las ruinas del edificio, construido a base de piedra de coral y piedra caliza ofrecen cierto interés “histórico-arqueológico”, lo verdaderamente notable de este punto es la panorámica tan fantástica que desde allí se vislumbra.

Sentados en esta pequeña loma se alcanza el clímax mientras contemplamos un atardecer mágico a la par que los pelícanos, mecidos por la suave brisa marina, sobrevuelan nuestras cabezas…..Para no perdérselo……
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