Ir a El Pasillo te alegra la estadía en Parral
El Pasillo es una disco, es un pub, y es también un restaurante... que gracias a su cálido ambiente y una atención que da gusto, es uno de esos lugares que no debes dejar de visitar en tu estadía en Parral, en la región del Maule, Chile.
Cuando llegamos a Parral por primera vez y preguntamos qué se podía hacer de noche, todos al unísono respondieron "tienen que ir a El Pasillo, a tomar un trago o a bailar". Cuando un mediodía pedimos consejo acerca de dónde comer, casi todos nos recomendaron "Vayan a El Pasillo que tiene un menú buenísimo".
Al comienzo nos parecía extraño. Una disco no suele tener buena cocina casera como ofrecían, y un restaurante no suele tener buenos tragos ni mucho menos "ambiente" de disco/pub. Entonces fuimos a probar sendas experiencias y para nuestra sorpresa comprobamos que era verdad. El Pasillo es las dos cosas. Es una disco con ambiente de pub, o un pub con onda de disco donde además sirven tablas increíbles y piqueos deliciosos, que al mediodía refuerza su vocación gastronómica y se transforma en un buen restaurante de comida casera que alimenta a trabajadores, empleados, comerciantes, vecinos y turistas en un ambiente relajado y cordial.
A LA NOCHE: Parral es un pueblo sumamente tranquilo. Por las calles, aún en sus noches más cálidas, no suele verse muchos peatones, salvo en la plaza principal. Pero en las inmediaciones de Anibal Pinto e Ignacio Carrera Pinto siepre falta espacio para estacionar. Es que decenas de parralinos y visitantes se adentran en la profundidad del largo pasillo que está detrás de una puerta sencilla con un cartel que apenas invita a pasar. Es el pasillo de El Pasillo, del que a poco de entrar uno entiende que no necesita demasiada pompa en su cartel de entrada.
Adentro la luz es tenue, y el volúmen de la música justo para poder bailar pero también conversar. El DJ toca los éxitos de moda y sorprense con algunos menos esperados, mientras un simpático animador hace las veces de anfitrión y enciende la noche entre las mesas y sillones.
En la barra hay un buen grupo de bartenders y garzones, hombres y mujeres, que a toda velocidad pero sin perder la sonrisa, preparan y sirven los pedidos de los clientes y amigos. En la cocina manos expertas de señoras cocineras preparan tablas, frituras, empanadas, mariscos, papas bravas… una combinación deliciosa e irresistible.
La primera vez uno va a El Pasillo a tomar un trago y pide algo para acompañar. La segunda uno va a comer y pide un trago para acompañar. No defraudan ni uno ni otro.
Cuando se va acabando la comida, algunos se animan a bailar, y les siguen otros, y otros, y los demás, y la pista central se llena. La noche se pasa volando, entre las luces de colores y el ritmo de una bien seleccionada música.
AL MEDIODÍA: De día es otra cosa. Pero es lo mismo. Resulta que el verdadero anfitrión de El Pasillo, su creador y propietario, Juan Pablo Morales Morales, es un tipo que piensa en todos. Pensó en la diversión de los jóvenes (y no tan jóvenes) de Parral, pero también se preocupó de que al mediodía sus empleados tuvieran trabajo, que su cocina no cierre y que los parralinos tengan buena alimentación por un muy buen precio.
Conocimos a Juan Pablo el primer día, cuando fuimos de noche al pub, y enseguida pudimos ver esa cualidad de dueño sensible que lo caracteriza. Se ocupó de nuestra bebida con la misma dedicación con que atendió la barra y se dirigió a sus empleados de cocina. Y esa calidad humana se siente y se ve en cada detalle de El Pasillo. Porque si, es verdad que es un negocio, pero a veces los negocios los hacen buenas personas, y ganamos todos.
En el salón comedor (donde a la noche se baila) hay mesas coquetamente decoradas, con mantel y todo, y en cada mesa comida casera y rica, que apenas cuesta unos 3 a 4 mil pesos chilenos incluyendo un generoso plato de comida (varía entre carne, pollo, verduras, consomés, etc.) y postes también caseros. Nos cuenta Juan Pablo que además de dar de comer le gusta que la gente coma cosas sanas, como en casa. Comimos riquísimo.
Nos vamos pensando que es verdad. Tanto de día como de noche uno va a El Pasillo y se siente como en casa. Porque luces más, luces menos, lo que importa en este lugar es la calidez y la distensión que uno siente. Y entonces vuelve, y vuelve, y vuelve.
DDA


