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El templo del Jowo Buda en Jokhang

3 opiniones sobre El templo del Jowo Buda en Jokhang

En el corazón del Tíbet

Excelente

Un templo que inunda espiritualidad, el lugar elegido por sus fieles budistas, para peregrinar entorno a él, acuden desde cualquier rincón de esta hermosa y árida meseta Tibetana.

Los tibetanos, la verdad que son un pueblo en continua marcha, jóvenes y mayores van de un monasterio a otro en continua peregrinación espiritual en busca del Dharma, postrándose ante él.

¡Cayendo de bruces al suelo con los brazos estirados y tocando el suelo con la frente, incorporarse de nuevo para volver a arrojarse al suelo, allí hasta donde llegaron sus dedos y así sucesivamente!

En sus manos molinillos de oración que mueven sin cesar, con tal que se eleven al cielo las plegarias en él acumuladas sabiamente.

Las katas o bufandas blancas que van dejando en señal de ofrendas, toda una señal de identidad del pueblo tibetano. Cabalgando al viento las oraciones en ellas escritas, en telas de colores hechas muchas veces jirones por los fuertes vientos, siento al verlas ondear, una placentera sensación de respeto en estas tierras .

Según el calendario lunar tibetano hay unas cien fiestas diferentes por todo Tíbet, de ahí que vuelcan sus energías por conseguir con ello, ir acumulando "karma" positivo, para las reencarnaciones futuras.

Por ese motivo las calles de ciudad vieja de Lhasa, se van llenando de mucha gente alrededor de los tres circuitos de peregrinación "Nangkhor-Barkhor-Lingkhor" es el mayor, rodea la ciudad vieja entera, incluido el Potala.

Así que nada mejor que dejarse llevar por el admirable ritual lamaista. La ruta intermedia de 800 metros de circunvalación de "Barkhor" , que rodea el reverenciado Templo de Jokhang, la ruta más importante del centro histórico.

Este templo se fundó en el siglo VII hace 1.300 años, es un gran complejo de cuatro pisos en madera, con un bonito y dorado techo, al que cuesta llegar a sus bonitas columnas rojas y puertas, tan decoradas por un universo de colores intensos.

Su estructura arquitectónica es una mezcla de varios estilos "tibetana, hindú, nepali y china", estilo Han en sus techos y arcos dorados, estilo nepali e hindú en sus esculturas de esfinges y bestias.

Traspasarlas es encontrarte con un interior de capillas, una veintena y unas 200 estatuas valiosas, todo un centro devocional y místico. ¡Ya que el budismo tibetano está fuertemente impregnado de la doctrina esotérica del Tantra o Vajrayana.
Sus murales pintados son enormes, nos relatan la llegada de las princesas Wen cheng, quien parece que trajo la estatua del príncipe desde India y Bhrikuti a Tíbet y la construcción del templo.

La sala principal acoge entre mantras el santuario más antiguo y venerado del complejo, con la propia estatua de Sakyamuni, a sus 12 años.
Sobre la entrada hay una rueda de la Vida o Dharma, custodiada por dos ciervos dorados, símbolo del Príncipe Sakyamuni y nada mejor que subir al tejado y disfrutar de unas vistas inmejorables y de sentirse en el techo del Mundo por unos instantes, que para mí, serán inolvidables.
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+8

Realmente fue inspirador y con una energía sin igual.

Excelente

Tener la oportunidad de compartir la visita y la peregrinación con los budistas fue muy especial y único. Por donde se mire se encuentra la vida, la energía Tibetana .

+3

El príncipe Sidharta en Jokhang

El templo de Jokhang se levanta en el centro de la ciudad vieja de Lhasa y tal y como nos cuenta Rniega en el rincón que ha dedicado al mismo, sabemos que se trata de un lugar de peregrinación al que acuden los fieles budistas, no sólo desde la propia ciudad o desde poblaciones cercanas, sino desde todos los rincones del planeta.

Pero…¿Cuál es el motivo para que el pequeño templo de Jokhang sea el centro espiritual del Tibet y constituya además un lugar sagrado para budistas de todas las tradiciones?
La respuesta la hallaremos en el interior del mismo…..

Al cruzar el patio exterior y el porche nos encontramos un bosque de columnas formado por grandes y gruesos pilares tras el cual y siempre y cuando consigamos zafarnos de la avalancha de peregrinos y curiosos que abarrotan el lugar podremos contemplar el deseado objeto de culto y veneración; se trata ni más ni menos que del Jowo Buda, una estatua de Sakyamuni Buda que según cuenta la tradición representa al joven príncipe Siddharta Gautama a la edad de 12 años.


La importancia de esta estatua radica al parecer en que se trata de una de las tres únicas representaciones que se hicieron en vida del futuro buda tomando como modelo a su propia persona. (Un verdadero tesoro, sin duda, ya que Sakyamuni prohibió posteriormente que se hicieran estatuas de su persona).

El interior de los templos tibetanos deja una impronta que no se olvida fácilmente…quizá sea el penetrante olor a mantequilla de yak que todo lo invade, o tal vez se trate de la tenue luz de las velas que apenas dejan adivinar la belleza de los fantásticos frescos que adornan las paredes, puede que el monocorde recitado de mantras y el dorado reflejo de las ruedas de oración nuble nuestros sentidos , tal vez nuestro espíritu mundano se haya contagiado de la devoción y espiritualidad de los peregrinos que agitando sus ruedas de oración rezan sin parar y depositan sin pensárselo dos veces sus yuanes sobre las esculturas de los budas; sea lo que fuere es algo que siempre llevaré conmigo.

Pero volviendo a nuestra historia ¿Cómo llegó a parar una estatua originaria de Bengal en India hasta el recóndito Tíbet?

Remontándonos varios siglos en el tiempo descubrimos como el rey Tsonseng Gampo (617-650), dueño y señor del reino Tubo, en una hábil maniobra diplomática encaminada a estrechar lazos con los reinos vecinos contrae matrimonio con las princesas de Nepal y China siendo esta última, Wen Cheng, la que trajo consigo la preciada estatua y la que según parece tuvo bastante que ver en la difusión del budismo por las tierras tibetanas.

Para albergar la preciada estatua de Sakyamuni era preciso erigir un templo que estuviese a la altura de semejante tesoro y así fue como entorno a un lago seco, en el lugar designado por la propia princesa, se levanto el templo de Jokhang. Lo que es cierto y no dejar lugar a dudas es que con la edificación de este templo se introdujo el budismo en el Tíbet y a su alrededor se fue forjando toda una ciudad que con el tiempo se llamaría Lhasa.

La entrada al templo, indispensable si vistas Lhasa, cuesta unos 75 yuanes y el horario de vistas es de 9am a 6pm.

Lo disfrutarás…no te quepa la menor duda.
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Información El templo del Jowo Buda en Jokhang