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El viejo Alfarero Bambara

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Bamako, Mali Dirección

1 opinión sobre El viejo Alfarero Bambara

Abandonamos la pista de asfalto que nos...

Abandonamos la pista de asfalto que nos lleva desde Bamako a Ségou y nos dirigimos hacia ninguna parte circulando por polvorientas pistas de tierra roja en busca de pequeños poblados Bambara deseosos de bucear en el verdadero espíritu de este pueblo de origen Mandé.

Dejamos a uno y otro lado de la pista pequeñas aldeas formadas por grupos aislados de graneros y casas de adobe cuya planta es habitualmente de forma rectangular. La sequedad del terreno, en las áreas alejadas de la ribera del Níger, apenas si permite una agricultura de subsistencia en la que el mijo, el arroz y las habichuelas pugnan por salir adelante cada estación.


El sinuoso perfil de las mezquitas es indicativo de la religión “oficial” de este pueblo, aunque los Bambara desde tiempos inmemoriales son fervientes seguidores de las corrientes “animistas” en las que la creencia en espíritus, la magia, la cosmología, los sacrificios animales y los ritos ancestrales son los auténticos protagonistas.

Decidimos hacer un alto en el camino y elegimos para ello un poblado de tamaño medio; apenas hemos descendido del vehículo cuando decenas de chavales vestidos con harapos se abalanzan sobre nosotros deseosos de tocarnos, de asirse a nuestras manos, de sentir nuestro calor, no buscan la limosna del turista pues no están aún “maleados” por nuestra falsa compasión. Sus rostros dejan ver la sincera alegría por nuestra llegada mezclada con una expresión de hambre mal disimulada, nos enseñan con orgullo su pequeña escuela y nos escoltan hasta una oscura cabaña que desprende a través de una pequeña chimenea una densa nube de humo. Los chavales no pasan del umbral de la puerta y en un rudimentario francés nos presentan al personaje en cuyo rostro se refleja el fuego de la fragua, se trata ni más ni menos que del viejo herrero…

Ayudado por un joven discípulo que parsimoniosamente, e ignorando nuestra presencia, aviva el fuego, el viejo herrero, sin levantar la vista de su quehacer nos sonríe mostrando sin reparos las arrugas que surcan su rostro…arrugas que marcan toda una vida de esforzado trabajo en la fragua, arrugas que dejan entrever algo enigmático en su personalidad. Según avanza nuestra conversación descubrimos que el viejo herrero es el personaje más respetado de la aldea, herrero, mago, referente espiritual, las gentes acuden a su cabaña no solo para reparar sus escasas pertenencias sino para encontrar consuelo en sus atormentadas almas o en su mala fortuna….

Escuchamos con atención sus relatos sobre las fuerzas de la naturaleza y los “espíritus” que las dominan, habla con vehemencia y respeto sobre el Sol, la Luna, las estrellas, las montañas, los ríos, mares y los árboles. Nos cuenta como los muertos se aparecen a los vivos en forma de animal

Mago, hechicero y herrero, compagina su trabajo mundano y terrenal en la fragua con su faceta más espiritual ya que es el responsable de dirigir del culto a los ídolos, celebrar sacrificios de pequeños animales cuando la ocasión lo requiere y también, como no, es capaz de predecir el futuro.

Nos despedimos de la aldea igual que llegamos, agasajados por una marabunta de pequeños, ruidosos, juguetones, cariñosos y hambrientos mozalbetes que se resisten a nuestra marcha…

En nuestro fuero interno es difícil no sentir cierta pena por estas criaturas, hemos convivido por unas horas con el hambre, la miseria y la magia y durante unos instantes el silencio se adueña del vehículo, la música de Salif Keita, mucho más audible en esta ocasión, nos devuelve a la realidad y tan sólo queda en nuestro recuerdo la aparente felicidad de estas gentes, la magia y el tremendo respeto al mundo que les rodea ….
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Información El viejo Alfarero Bambara

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