El Viajero
Fiesta de interés turístico nacional
Cuando algún amigo o conocido me pregunta qué ver en la provincia de Cádiz tengo mucho donde elegir, pero si busca algo original le insto a que visite Zahara de la Sierra en Corpus Christi. Esta festividad se celebra en muchas otras ciudades pero en ninguna como en este pequeño pueblo de la sierra gaditana, razón por la que es el único Corpus en Andalucía con la categoría de Fiesta de Interés Turístico Nacional.
El Corpus nació en Lieja en 1230, aunque se instituyó oficialmente en 1261 con la bula “Transiturus hoc mundo” de Urbano IV. En el mismo siglo ya se realizaba en Toledo y Sevilla, difundiéndose rápidamente porque en las puertas de los templos se representaban autos sacramentales.
Llegar a Zahara nos cuesta hora y media de camino pero merece la pena. Al llegar, muy temprano, ya vemos que se nos ha adelantado mucha gente y toda la carretera aparece llena de coches aparcados donde pueden. Zahara, la hija de la luz según significa su nombre árabe, es un pueblo blanco encima de un cerro. En la parte alta su zona más antigua y por las laderas las calles más recientes.
La policía municipal interviene ayudando a aparcar e informando de que lo mejor para llegar arriba, al centro urbano, es tomar el autobús. Es recomendable hacerlo porque aunque la distancia es corta la cuesta es muy empinada. Hoy el autobús es gratuito. Si subes en coche no tendrás donde aparcar y no podrás entrar en el centro porque hoy es todo peatonal. Excepto si subes por detrás del pueblo, como es prohibido muy poca gente suele hacerlo y te quedas al lado de la plaza alta.
El Corpus se celebra un jueves dos meses después de Semana Santa, pero aquí se hace en domingo. Tiene su lógica porque preparar el pueblo para el Corpus tiene su trabajo y los visitantes un día laborable no podrían venir en la mayoría de los casos. A las cinco de la mañana los zahareños se levantaron para ir al campo a cortar retamas y plantas de todo tipo para la festividad. Mientras algunos en la plaza del ayuntamiento montaban una alfombra floral el resto del pueblo ha estado preparando todo el centro. Han convertido el pueblo en un bosque verde. Todo el suelo lleno de plantas, las paredes de las casas y en las callejuelas estrechas incluso han creado cuevas.
Asimismo han montado pequeños altares delante de algunas casas y han sacado los mantones y los blasones a decorar los balcones. La fiesta es muy popular, entre otras cosas porque coincide con el inicio de la primavera. La eclosión natural de flores y plantas es recibida con algarabía, teniendo un trasfondo pagano que la iglesia católica supo tapar organizando una procesión de la eucaristía en esta fecha.
Cuando pasa el impacto visual de tanto verde en un pueblo blanco descubres que está lleno de foráneos como tú. Por todas partes bares y mostradores ofreciendo su producto, así como algunos tenderetes en plan zoco musulmán con cualquier cosa que se venda. La iglesia principal está abierta y puedes entrar a curiosear, también la capilla está abierta y adornada. Al rato salen en procesión la Custodia del siglo XV delante de las autoridades y de los niños de primera comunión.
La procesión nos pilló sentados en el suelo, tras uno de los pequeños altares, y pudimos contemplar desde primera fila las oraciones y rituales que delante del mismo realizaron. Así iban altar tras altar hasta dar una buena vuelta al centro urbano, regresando a la iglesia.
Cuando se produce el regreso comienza la fiesta. Una orquesta comienza a tocar en la Caseta Municipal, montada en plan feria en la plaza alta, y la música tiene permiso eclesiástico para sonar. Los precios son baratos, sorprendentemente baratos para la fiesta que es y allí todo el mundo disfruta.
Aprovechando un impasse salimos de la plaza por su parte trasera, junto a la fuente, y subimos al castillo nazarí. Es una pendiente con unos doscientos metros solamente, pero hacia arriba parecen muchos más. El esfuerzo mereció la pena porque las vistas son maravillosas y el pequeño castillo está en perfectas condiciones.
A la hora de comer nos fuimos a una venta de las afueras, en el centro era imposible encontrar un hueco. Y ya desde allí recorrimos los dos pueblos vecinos, Algodonales y El Gastor, donde se imita la costumbre de Zahara de la Sierra de “pintar” las calles de verde, aunque con su propia idiosincracia. En el primero invitaban a los foráneos a sangría y habían montado en la calle escenas eucarísticas, en el segundo sus calles son mucho más empinadas y el riesgo de resbalar era muy alto.
He repetido la visita a Zahara de la Sierra en Corpus varias veces. Me sigue sorprendiendo cada vez, aunque últimamente las autoridades están empeñadas en reducir el número de tenderetes en la calle cuando creo que el zoco árabe en la entrada al centro urbano es otro atractivo más de la festividad. Viajero, si quieres ver algo original, no te lo pienses más y ven a Zahara.
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