El Oso de Berna
¿Quién se ha ido de Berna sin visitar a sus más ilustres pobladores? Pues seguro que muy pocos. Primero porque son el símbolo de la ciudad y segundo porque de una manera o de otras, sea en tren, en coche o andando, obligatoriamente hay que pasar por el recinto donde estos plantígrados tienen su residencia.
La historia de los osos de Berna tiene mucha miga.
Cuenta la leyenda, esa fuente inagotable de información embellecida por los siglos y la imaginación de las gentes, que en 1191, el Duque Berthold V de Zähringen, el mismo que tiene cerca del foso su monumento, se comprometió a bautizar a la nueva ciudad que iba a fundar con el nombre del primer animal que cazara en el bosque donde iban a talar los árboles que servirían para levantar el nuevo burgo. Evidentemente, el primer animal cazado fue un oso, lo que les vino de perilla porque les daría el estatus simbólico de fuerza y grandeza. Rápidamente constituyeron el escudo de armas que todos los ciudadanos pudieron llevar en forma de capa, o en los carteles que adornaban posadas y edificios oficiales: un oso negro en un fondo blanco.