De teatro a piscina de esculturas vivas.
En 1977, el lugar que ocupaba el teatro principal de Basilea, fue conquistado por unos nuevos protagonistas de la Historia, en este caso del arte suizo.
Su padre, su creador, su forjador, quizá sea la palabra, fue el artista Jean Tinguely, en un escenario tan móvil como lo es el agua del estanque, colocó a los nuevos bailarines y comediantes del siglo XXI, unas esculturas en continuo movimiento gracias a la fuerza del agua.
Eso sería la parte poética, la que todos en principio podemos deducir. Pero los críticos del artista, dicen que es una crítica a la sociedad de producción y consumo, una ridiculización de esos bienes que se fabrican , compran y venden y que no tienen un uso definido, concreto ni temporal.