Inexorable cambio climático
Según los científicos en ningún lugar del planeta, a esta latitud, hay glaciares tan cerca del océano. Y es que resulta extraño que apenas dejada atrás la playa de Bruce Bay, la de los troncos en la arena, aparezca este glaciar tan cerca de la costa.
Para llegar a él dejamos atrás el lago Matheson y subimos un poco en altitud, para aparcar, tras recorrer una boscosa y sinuosa carretera en la explanada que hace de antesala al glaciar. Tomamos un sendero que nos lleva a la morrena, y es aquí donde nos damos cuenta de los estragos que ha producido el cambio climático, ya que se supone que donde empieza el sendero, un lecho pedregoso por donde discurre un agua de color gris oscuro que contiene la llamada "harina de roca", lleno de piedras rojas y bordeado por escarpados acantilados que albergan un ecosistema tremendamente fértil, en su momento se encontraba completamente cubierto por el hielo.
Para acercarnos en la medida de lo posible a la pared de hielo y nieve, debemos caminar unos cuarenta minutos. Primero por el lecho, y ya casi al final subiendo una pendiente de arena que tras varios altibajos nos lleva hasta el punto más cercano al que se permite llegar al visitante. En el camino hemos dejado atrás cascadas, puentes colgantes, bosque semitropical y enfrente tenemos la pared de hielo azul que se forma por la compresión de la nieve.
Hay quien quiere estar aún más cerca y contrata circuitos aéreos en helicópteros e incluso paseos guiados sobre el glaciar, pero ese día las condiciones meteorológicas, con nubes y viento no lo permitían.
Después de admirar lo poco que nos dejaban ver esos nubarrones, volvimos al aparcamiento y allí estaban mis amigos los keas, esos loros que sólo viven en las montañas de la isla sur y que son gamberros hasta decir basta. ¡Pero me encantan!


