Entre bosques y hielos
El glaciar Martial se encuentra sobre el Monte Martial, uno de los picos nevados que rodean al norte la ciudad de Ushuaia. Su frente se eleva a unos 1000 metros sobre el nivel del mar y la subida constituye una excursión fascinante que nosotros hicimos en nuestro último día en la ciudad.
Para llegar cogimos un taxi en el centro y por una carretera serpenteante, el vehículo fue subiendo por la montaña hasta dejarnos en la estación de esquí. Desde allí tomamos el telesilla (o aerosilla según los argentinos) y volando sobre la ladera, entre una pista de esquí cubierta de prados y un bosque de lengas por donde bajaba un arroyo se puede alcanzar un refugio.
La cascada era pequeña, pero estaba cubierta por una vegetación densa, con mullidas alfombras de musgos y resultaba un paisaje bonito.
La subida al glaciar no fue fácil, pero el recorrido era espectacular. A medida que subíamos la vegetación se reducía a plantas en forma de cojín y hacia abajo se iba divisando perfectamente la morfología glaciar que había esculpido el relieve y terminaba en la ciudad de Ushuaia y el canal de Beagle. El valle tenía el perfil en U característico de los valles glaciares, era de libro. Poco a poco la vegetación iba desaparecido debido a la altura, sólo había piedras y cantos con manchas de nieve y el camino se iba desdibujando, en las zonas más planas había que atravesar algunos tramos con nieve, donde nos enterrábamos hasta la rodilla y sin embargo en otros tramos teníamos que trepar por la ladera con piedras, pero finalmente lo conseguimos y llegamos a la base del glaciar. No se distinguía muy bien porque estaba cubierto por la nieve, pero la subida había merecido la pena y las vistas eran espectaculares. Desde este magnífico mirador aprovechamos para almorzar.
Al bajar, ya a la altura del refugio, dimos un paseo por el bosque, formado fundamentalmente por lengas (Notophagus pumilum) el haya del hemisferio sur. Los árboles no eran muy altos, con sus troncos retorcidos y formas caprichosas, probablemente debido al efecto del viento en el límite altitudinal del bosque. Era un bosque con apariencia mágica, donde parecía que de un momento a otro podían aparecer los elfos del señor de los anillos, o bien los antiguos Yaganes, los pobladores de Tierra del Fuego.
Finalmente seguimos el sendero que conducía a la ladera más expuesta al sur. Se encontraba justo en el límite altitudinal del bosque y desde allí se veía todo, la ladera, las montañas, la ciudad de Ushuaia diminuta a orillas del canal de Beagle, las islas del canal que albergan colonias de leones marinos y cormoranes y en la orilla opuesta la isla Navarino que ya es territorio de Chile.
Al regresar descansamos un rato en el refugio y probamos el vino caliente, una mezcla de tinto con un jarabe de azúcar, canela y naranja que parecía el elixir de un mago. Me llamó mucho la atención como en el exterior había un comedero con trozos de carne y rápidamente encontré la respuesta porque apareció un chimango, una ave de presa muy abundante a comer. Y pasado un rato volvió y como la comida se había terminado protestó hasta que le pusieron un nuevo manjar.
Regresamos a Ushuaia tomando el telesilla y un taxi y por la noche nos despedimos de la ciudad con una cena en un restaurante típico, en la avenida de San Martín, especializado en cordero fueguino.


