En los límites de la realidad
La primera vez que visité Venecia enmudecí. Supongo que es una sensación común entre la mayoría de los afortunados que la hemos visto.
De primeras, cuando uno llega atravesando la laguna en 'Vaporetto' por esa gran autopista azul que es el Gran Canal, es inevitable pellizcarse y preguntarse si lo que ve es real. Y vaya si lo es.
El Gran Canal es la arteria principal de la ciudad, que recorre la distancia que va desde 'Piazzale Roma' hasta fusionarse con la cuenca de San Marco, amparada por la imponente fachada blanca de 'Santa María de la Salute'. Por tu camino te encontrarás con algunos de los edificios más impresionantes del mundo, elevados directamente desde el agua. La mayoría de ellos fueron construidos por la aristocracia de entre los siglos XIII y XVIII, y lógicamente era la zona más codiciada del lugar.
Durante la travesía pasarás por debajo de tres puentes, siendo el de Rialto el que se lleva la gloria. Su origen se remonta al siglo XVI, y fue durante muchísimos años el único nexo de unión entre ambas orillas. Hoy en día, es uno de los principales símbolos de la ciudad, y uno de los lugares del mundo desde el cual mejores vistas se pueden disfrutar. Contemplarás incrédulo ambulancias acuáticas, a la 'polizia' patrullando fluvialmente, montones de parejas en góndolas, barcos de mercancía y los taxis más caros del mundo.
Ve a Venecia aunque sea lo último que hagas, no te arrepentirás.