Adoro París y a cada paso que doy me ...
Adoro París y a cada paso que doy me enamora más y más; esta vez me deleitó con el Grand Palais, aunque el Petit Palais no se quedó atrás, pero de él ya hablaré en otro rincón.
Al terminar los Campos Eliseos y dirigiéndonos al puente Alexander III tenemos a mano derecha un enorme palacio, con la cubierta de cristal, unas inmensas cúpulas que destacan entre los árboles y en lo alto, una inquieta bandera francesa.
Este edificio fue construido para la Exposición Universal de 1900; en su siglo y pico de vida ha tenido diversas utilidades, incluso en la Primera Guerra Mundial fue un improvisado hospital militar. Como era de imaginar, tras las turbulentas guerras que le tocó vivir, tuvo que ser restaurado en gran parte.
En sus dos laterales y a lo alto, podemos observar dos colosales cuádrigas, en las que los caballos están suspendidos en el aire, retorcidos, en pleno movimiento, y son una auténtica belleza. Incluso desde abajo se pueden apreciar los detalles de las esculturas, como las cuerdas de las liras que sostienen algunas estatuas. Tras las largas hileras de columnas, se puede apreciar unos preciosos mosaicos que hacen un recorrido por los distintos tipos de arte a lo largo de las épocas.
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