El extraño magnetismo del lujo desmedido
No hay duda de que con el paso de los años y la emergencia de las nuevas fortunas petrolíferas, los grandes almacenes Harrods se han convertido en uno más de los puntos de obligada visita en Londres. Yo, enemigo acérrimo de seguir el rebaño, me vi inevitablemente atrapado y arrastrado por las luces que adornan la fachada, no pude resistirme.
Sería un pecado, me dije, pasar por delante del enorme y precioso edificio y quedarme sólo con la imagen de sus trabajados y artísticos escaparates. Así que entré y me dí de bruces con el lujo más sibarita y por supuesto más "british". Empezando por las confiterías y dulcerías con la mayor variedad de tentaciones que hubiera podido ver, seguí el recorrido por aquel laberinto de luces, escaleras decoradas como si de una tumba egipcia se tratara, lámparas de delicado cristal de Lalique ( reconozco que fue lo único que me gustó de los almacenes), perfumes, zapatos de precios paralizantes, ropa, recuerdos 'made in Harrods' que todo el mundo compra para luego presumir, y mil y un detalles y rincones a cual más 'snob' y sorprendente.