Buen gusto en un lugar único
El dueño es extranjero y no está habitualmente, este establecimiento lo llevan con dedicación unos pocos empleados que ponen tesón en hacer bien las cosas.
La ubicación no es lo mejor, ya que pese a estar junto a la estación, es en una transitada calle del pueblo, pero una vez que entras por la puerta la atmósfera romántica del siglo XIX y el buen gusto te envuelven.
Elegí la habitación de la bañera, la del último piso (sin ascensor). Tranquilidad y exclusividad en todos los detalles y un desayuno perfectamente presentado son sus señas de identidad, aunque: que error más garrafal ofrecer dos ensaimadas industriales (de las envasadas)!!!!.