Remanso de paz en el bullicio de Nápoles
El centro histórico de Nápoles es puro bullicio. Motos, coches, gente, vendedores, estudiantes, y turistas (aunque menos). El centro histórico de Nápoles es historia pura, en vena, en vertical. Si se excava se encuentra una ciudad angevina, y más abajo romana, y más allá griega...
Y en mitad de ese bullicio, de esos cláxones y de ese gentío en la cercana Via Toledo, nos encontramos el remanso de paz que supone este pequeño hotel.
Situado a dos pasos de la vía dei Tribunali, antiguo Decumano romano y a tres del Museo Nacional de Arqueología, sorprende en la llegada cuando uno busca la entrada a través de un portalón grande. Se pasa por él y todavía tiene que andar el viajero hasta llegar al fondo de un patio, rodearlo y encontrar una pequeña puerta metálica con un portero automático.
Tras pasar esta puerta nos encontramos la fachada Liberty de una villa de principios del siglo XX, colorida con sus vidrieras y silenciosa, lejos del trasiego de la calle.
El personal de recepción es amable y enseguida te conduce a tu habitación. La nuestra tenía dos alturas, con un saloncito abajo y arriba el dormitorio y el baño. También contaba con una pequeña terraza que se abría al jardín. En este había una piscina pequeñita pero supongo suficiente para los días de calor napolitano. Como fuimos en septiembre tampoco hacía demasiado calor y no la utilizamos aunque disfrutamos del entorno de paz que proporciona.
El desayuno fue quizás lo que menos nos gustó, algo escaso en cantidad y calidad. Eso sí, se tomaba en un entorno hogareño y encantador de un salón con chimenea y rincón de internet.
Si viajas a Nápoles y buscas un alojamiento céntrico, cuidado y original, no dudes en quedarte en el Costantinopoli 104, aunque, eso sí, reserva con tiempo porque es pequeñito y está muy solicitado.