Hotel que vivió tiempos mejores
Se trata de un hotel tipo congresos de los años 80 con varias salas de reuniones, cafetería y restaurante, tienda de souvenirs, dentista, piscina y sala de fitness... Todo bastante cutre, decadente y anticuado.
Nuestra habitación doble estándar era bastante estrecha y algo claustrofóbica, y como la calefacción estaba a toda pastilla había que dejar la ventana abierta de par en par para poder dormir sin sufrir una deshidratación masiva, aunque fuera estuviéramos a 8º.
Hasta ahí lo gratis, porque en este hotel había que pagar por todo. Para empezar, Internet: 18 euros al día para conectarse, y sólo podías vincular un ordenador a la red, así que mientras uno navegaba el otro miraba al techo. En el desayuno, que costaba 11 €, era tipo bufé servían un café que parecía agua de lavar patatas y una bollería de la época de TutanKamon. Solo se salvaban los huevos revueltos y las verduras hervidas.
Lo que funcionaba bien era el transfer desde y al aeropuerto: 22 euros por trayecto en una mini-van muy cómoda y rápida.
En conjunto, un hotel nada recomendable para conocer la capital húngara.
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