Después de un mes de desiertos, áridas m...
Después de un mes de desiertos, áridas montañas, humildes pueblos remotos, jaimas y albergues compartidos sin agua caliente, Essaouira es como llegar a otro planeta. Mejor: La ciudad es tan marroquí como cualquier otra, pero enceguece con su blancura, su cielo y su mar azul. Comes pescaditos asados en el puerto, te distraes con el vuelo rasante de las locas gaviotas, vas un rato a la playa, paseas por su preciosa medina medio portuguesa, medio francesa.
A la tarde comienza a soplar el siroco. El mar se llena de espumas blancas. Entonces es una ceremonia ver el sol hundirse en el Atlántico desde las fabulosas murallas.
Dar Al-Bahar está escondido en el corazón de la medina: Difícil llegar. Pero una vez traspasas la gran puerta te enamoras y te quieres quedar. Madera labrada en sillas y mesas, la habitación blanca con celosías azules, los suelos de cerámicas de colores, las camas con sábanas níveas, los baños con litros y litros de agua caliente. Y por una escalera estrechita que nunca termina, el riquísimo desayuno, todos los días, servido en la terraza.
![](https://images.mnstatic.com/c2/a8/c2a87587a9646d6c7b0e707e7c1b55cb.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/18/eb/18eb4e303fbe94ed5df4c4f233bfee7e.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/f3/8f/f38fd0d0e0166a98b32696e690d3b444.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)