La sede cantonal
No estaba en nuestros planes visitar esta maravilla arquitectónica, la pillamos, más bien, de paso, al querer acercarnos al río para ver el atardecer.
Y qué gran descubrimiento. Este gran edificio, que destila nobleza por cada uno de los poros de sus piedras, lleva desde el siglo XV, siendo centro de la administración ginebrina; fuerte y recio, de líneas muy simples pero de intrincado diseño y lleno de soluciones estilísticas, es la sede de las autoridades cantonales.
Un amplio patio, más grande de lo que parece al ver la fachada (nada ostentosa, por cierto) formado por varias series de galerías hasta completar los cuatro pisos de altura, recuerdan a los palacios italianos pero con la austeridad suiza.
Hoy en día, el valor del inmueble está en su estructura, ya que del interior poco queda y poco se visita. Con un poco de suerte (que no fue mi caso) se puede entrar a la sala Alabama, donde se firmaron las convenciones de la Cruz Roja y la que se medió en la cuestión entre Gran Bretaña y Estados Unidos sobre el estado americano del mismo nombre.
Al salir, no dejemos de visitar el Arsenal.
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