No todo en Mallorca es playa y calitas
Sus paisajes interiores son un sueño, especialmente para relajarse completamente.
Protegido por la Serra Tramuntana, Caimari es un pueblito con un sabor único. Allí y en sus alrededores convive gente dedicada desde siempre a la tierra con extranjeros que se han enamorado de su sosiego y del aroma de sus huertos.
Eso les sucedió a James y Paola, los dueños de Es Castell, una finca maravillosa salpicada de viejísimos olivos: La vieron y quedaron completamente prendados.
El hotel conserva su rústica arquitectura rural, sin pretensiones, con un sabor sin igual. Entre tanto verde y silencio uno se olvida del coche y anda siempre en bicicleta. Por pistas estrechas se puede pedalear de Binibona a Moscari, de Mancor de la Vall a Selva, de Selva a Caimari...
Al regreso, espera James, quien se desvive por comunicarse en un buen español, y Paola, quien a pedido prepara exquisitas comidas de su Toscana natal fusionadas con típicos platos mediterráneos. Imagínense un cordero de la casa, tomates rellenos, crepes con mariscos en salsa de azafrán, tarta de queso y patatas, pescado fresco con salsa de limón y, claro está, pasta fresca. Todo servido en un fabuloso aunque informal comedor o al borde de la piscina.
Es Castell tiene un único defecto: ¡cómo cuesta irse!
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