Hotel Les Cols
Cuando uno visita Les Cols, solo puede maravillarse por lo bien pensado que está todo, por como encajan todas las piezas para hacerte sentir como en casa.
Todos los detalles están cuidados y esa filosofía lo impregna todo. Desde el rediseño de la Masía, hasta los platos que preparan, un deleite para lo sentidos. La idea es llevar los productos autóctonos y locales a la alta cocina, no en vano Les Cols tiene dos estrellas Michelín. Así, tras un recibimiento en el jardín con una copa de cava L’O de l’Origan y con una muestras de longaniza y salchichón artesanos de Olot, corteza de alforfón, bocadillo caliente de maíz, blini de alforfón y judías de Santa Pau, espagueti de aceite de oliva junto a un caldo ahumado.
Pasamos al interior dorado a disfrutar del resto de delicatessen: espárrago verde en tempura de carbón, judías de Santa Pau en remojo, huevo fresco del día, tomate negro de su propia huerta, patatas nuevas guisadas, arroz de payés con boletus, cebollitas dulces del volcán Croscat, lechuga a la brasa, sol quemado, requesón helado y una tableta de chocolate. Cómo puede verse, productos locales y cercanos, llevados a su esencia.
Además de la cocina, uno de los principales atractivos de les Cols son sus pabellones, totalmente transparentes, dando importancia a las personas por encima de todo. Pudimos visitarlo brevemente, pero dado que se estaba celebrando un evento privado no pudimos hacer fotos. Aún así, arquitectónicamente es fascinante.
Un capricho que te lleva a una experiencia inolvidable.


