Un clásico de Santiago
Puede parecer un monstruo azul o una maravilla arquitectónica de su tiempo, todo depende de lo cansado que se llegue a sus puertas y del gusto de cada uno....Depende también si el huésped, en este caso yo, tiene especial querencia por el estilo de principios de los 90 que inspiró al arquitecto cubano Choy.
Por un lado, desde que se entra se pierde esa cubanía que parecía tener el resto de los hoteles del camino, y se transmuta en la linea uniforme de Meliá.
Pero por otro se disfruta de un paraiso gastronómico y de unas piscinas inmensas, más propias de un resort de lujo que de un hotel urbano.
El desayuno es realmente gigantesco con muchas variedades de pan, bollería, chacina, jugos, todo tipo de frutas, platos calientes y tortillas hechas al momento.... de todo.
La situación del hotel si que puede ser motivo de discusión. Por un lado puede parecer lejos, ya que no está en pleno centro de la ciudad y hay que caminar unos dos kilómetros por dentro de la misma para llegar al centro ( lo que tampoco está mal, ya que así la conocemos), pero por otro podemos decir que está en el centro de la parte nueva de la ciudad, ya que está cerca del Parque de Antonio Maceo, nudo de las comunicaciones santiagueras, con lo que con el coche estamos en un momento cerca de todo.
Puede que no tenga el encanto del Casa Granda, justo enfrente de la Catedral, pero es funcional, cómodo y amable.


