La verdad es que me alojé en este hotel ...
La verdad es que me alojé en este hotel por casualidad cuando iba a pasar el puente de la Constitución a Cantabria y mi coche me dejó tirada, así que conseguimos habitación sobre la marcha, y sorprendentemente, a un precio razonable (60€ la habitación doble, sin desayuno). El hotel se encuentra en la zona más emblemática de la ciudad, frente al paseo marítimo del Sardinero y el Gran Casino.
El aspecto exterior del edificio es muy bonito, una mansión señorial construida en el año 1.890 y en primera línea de la playa más famosa de Santander. A pesar de que ha sido rehabilitado en varias ocasiones (la última creo que en 1.997), el hotel por dentro tiene un cierto aire decadente. Mantiene su decoración de antaño, con todo el suelo enmoquetado, grandes lámparas, sillones de terciopelo en el lobby, grandes estatuas de bronce flanqueando la escalera, y un pavimento de reluciente mármol en el hall de acceso.
La habitación también tiene un mobiliario bastante obsoleto. Teníamos dos camas, unidas por un cabecero de madera que tenía incorporada la mesila de noche en el centro y un equipo de música del año maría-castaña que por supuesto, ya no funcionaba. Enfrente, una pequeña mesa escritorio y un mueblecito sobre el que estaba colocada la tv. Al baño también le vendría bien un lavado de cara. No había aire acondicionado ni minibar. Y no se puede fumar en ninguna zona del hotel.
No obstante, la estancia fue agradable y estaba todo muy limpio. El personal de recepción fue encantador, hicieron todo tipo de trámites para conseguirnos un coche de alquiler para regresar a casa (y eso que eran días festivos), e incluso nos prestaron un paraguas un día que llovía a cántaros, detalles de agradecer.


