La primera vez que estuve en Machu...
La primera vez que estuve en Machu Picchu me había quedado pendiente subir al Wuayna Picchu, así que hace unos meses, cuando regresé a la ciudad sagrada de los Incas, decidí hacerlo. El tiempo se había puesto muy malo, pero supuse que si el acceso estaba abierto no habría ningún problema. La experiencia, aunque alucinante, fue una locura. La pista (llamarla así es una exageración, en realidad son toscos escalones tallados en la roca, a veces ni eso) es un largo trecho de 2660 metros empinadísimos que siempre van bordeando el precipicio. Las vistas me dejaban demudada... Pero a media altura comenzó a llover. La roca estaba terriblemente resbaladiza, el musgo, el barro y el agua hacían de cada paso una aventura. Ganar la cima fue espectacular. Abajo, diminutos, se veían Machu Picchu y los andenes que la rodean. El gozo de estar allá arriba duró 3 minutos. Empezó a diluviar. Y no paró nunca, parecía el diluvio universal. No puedo explicar lo que fue la bajada. La sensación de peligro era tan fuerte que con otros viajeros que bajaban conmigo formamos un grupo. Nunca supe sus nombres, ni de dónde venían. Pero entre todos nos cuidábamos, nos avisábamos cuando venía un trecho peligroso.