Custodios Imperiales
La minúscula iglesia dedicada a Santa María de los Ángeles, reformada a principios del siglo XX, siguiendo escrupulosamente los planos del siglo XVIII, permanece con su orgullo barroco, como una de los templos más recogidos y queridos por los habitantes de la capital vienesa. Hasta allí no llega el trasiego de las calles comerciales ni los gritos de los grupos de turistas que transitan hasta la Ópera o de vuelta a San Esteban.
Antes de entrar, en la fachada, en un nicho a la izquierda, encontramos una estatua del capuchino Marco d'Aviano, impulsor de la defensa contra los turcos en 1683, una estatua a cielo abierto, por cierto.
Dentro, sobrecoge más el silencio del templo que la riqueza más bien simplista de los altares y retablos. Parece como si los artistas hubieran cerrado un poco el grifo a la hora de llenar las paredes y techos.
Por ello, la sencillez y el recogimiento del lugar nos predispone a entrar luego en la Gruta de los Zares, antiguamente guardada por los capuchinos.