Todavía se respira pueblo
Cuando queremos imaginar cómo era la vida de tan sólo unas cuantas décadas atrás, de aquellas que vivieron nuestros padres y abuelos, tal vez rememorar fugaces recuerdos de niñez, es muy probable que recurramos a los relatos o a las fotografías. Imaginaremos una época en que la tranquilidad que añoramos era la norma del día, los horarios de las comidas eran sagradas y la vida en comunidad se mezclaba entre personajes y los animales del campo. ¿Quedará todavía algún lugar así? Pues la respuesta es sí, o mejor dicho, un sí a medias. Illapel es una localidad que se conjuga entre la tranquilidad de un pueblo y una ciudad emergente que se suma a la hiperconectividad del mundo contemporáneo.
Illapel, enclavada al sur del “norte chico”, la zona del Chile semiárido, es la historia de dos polos: de pirquineros que se reparten a lo largo de las laderas del valle, entre antiguos y modernos asentamientos. Una pequeña actividad minera que se respira (como si fuera de subsistencia) entre carretillas, picas y explosivos en las pequeñas vetas de cobres. Así como la historia del sacrificio de los huasos, dedicados a plenitud al cultivo de sus parcelas y el arreo de sus animales. Al hablar de “sacrificio”, no se está sobredimensionando la vida del huaso illapelino. El arreo del ganado es una vida altamente dependiente de constantes idas y venidas a la alta cordillera, pero a la cual, la comunidad se siente altamente orgullosa. Cada mes de diciembre Illapel despide a los crianceros que, por el proceso de trashumancia, ven pasar por sus calles las cientos, tal vez miles, de cabras criollas que se van a pastar a las extensas praderas arriba en los Andes, a disputar junto a los bovinos y los guanacos salvajes. ¿La recompensa? La producción de uno de los mejores quesos, los “quesos de cabras”, elaborados por los propios campesinos, cuya compra se puede realizar directamente con estos pequeños productores.
Y la vida transcurre así, una tranquilidad soporífera que se llena de pan amasado recién hecho con un queso (de cabra) derretido, cazuelas y tardes que devienen en charlas alrededor del brasero al calor del espino, y todo al ritmo de las cumbias y de las rancheras y bajo un cielo único para ver las estrellas (lejos, la mejor entretención es tirarse sobre una piedra y ponerse a contar los satélites que pasan). No es de extrañar que la longevidad sea común denominador.
Para aquellos que vienen de lejos, tiene la opción de camping cerca del embalse el Bato, o en su defecto, siempre está la opción con algún parcelero que le pueda ofrecer un espacio.


