Jardínes de Grand-Blottereau

Nantes, la pequeña y apacible ciudad situada al Este de Francia esconde lo que podríamos llamar un remanso de paz que invita al reposo y a la contemplación. Un espacio apartado cuyo umbral parece más un campo magnético que una simple verja adornada con florituras.

Se trata de su minuciosamente cuidado y retocado parque, o, más bien su jardín.
Este impresionante juego de colores, árboles agua y animales tales como ciervos, patos o simples ranas envuelve a los visitantes que se sienten confortablemente relajados.

En este verde tamiz, el silencio se impone, más por uno mismo que por ninguna advertencia, y posee un recorrido que se puede hacer tranquilamente, con paradas que pueden alargarse incluso varias horas, todo a gusto del que en él se adentra.

Para mí, este parque es uno de los más bellos de Nantes. Ampliado en 37 hectáreas, este espacio natural se divide en pequeñas áreas como los invernaderos tropicales, los dólmenes, el gimnasio, el jardín de Té Verde (coreano), la piscina o el castillo que data del siglo XVIII.

Para los que le guste la historia, el jardín fue legado a la ciudad por Thomas Dobrée.

Varias veces he tenido la oportunidad de caminar por este parque y siempre me encuentro algo nuevo. En verano, los jóvenes disfrutan de actividades deportivas, y también hay muchas parejas pasenado o niños jugando.

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