Fantasía vegetal
Y eso que antes eran huertas, extensiones dentro de las murallas que tenían como fin proveer a los habitantes del Alcazar de comida en caso de sitio.
Pero con el tiempo la utilidad fue vencida por la belleza, y la transformación fue como la del cisne, igual de elegante y sorprendente.
Ahora, al pasear y disfrutar este espacio de verde vegetación y cristalinas aguas, entendemos el uso no sólo estético, sino también práctico, de una necesidad de sombra y frescor, de alivio del fuerte y castigador calor y fuego del verano andaluz.
Así que lo mejor es recorrer con calma el recinto, empezando por su terraza superior, donde hay un enorme eucalipto centenario y desde donde obtenemos una visión muy completa del conjunto. Vemos brillar el agua, que reina sobre todo el espacio desde hace siglos, desde que los romanos la traían, gracias a los acueductos, recorriendo 19 kilómetros de distancia en una obra de ingeniería que hizo de Córdoba una de las ciudades mejor abastecidas de agua de todo el Imperio. Ahí es nada.