Plaza Durbar

Kasthamandap, Shiva-Parvati, Kabindrapur, Kumari Bahal, Indrapur, Trailokya Mohan Nrayan, Asok Binayak, Maju Deval… La espectacular e impactante Durbar Square (‘durbar’ significa palacio) está atiborrada de templos de distintas épocas que honran a diferentes dioses.
La grandísima plaza (en realidad, conformada por tres plazas unidas por ‘toles’, o calles, fue construida entre los siglos XVII y XVIII, aunque la mayoría de sus templos son mucho más antiguos. Allí, en el palacio de Hanuman Dhoka, vivieron los reyes nepalíes hasta hace un siglo, cuando la residencia fue trasladada a otra zona de Kathmandu.

Uno de mis sueños de pequeño era visitar Katmandu. La verdad es que no me defraudo. Esta ciudad tiene algo de especial. Una de sus zonas mas conocidas es la Durbar Square, plaza a la que religiosamente hay que pagar en la entrada, sino quieres recibir una reprimenda de los guardias que la patrullan.
La plaza no es tan encantadora como la de Patán o Baktapur, pero no deja de ser impresionante. Lo templos se agolpan por toda la plaza, y eres incapaz de captar con la cámara toda la belleza que transmite la plaza.
Lo que mas me llamo la atención fue una figura teñida de rojo en su parte inferior, simbolizando sangre, que según nos conto el guia, en epocas anteriores, allí se juzgaba a la gente. Da miedo solo pensarlo al mirar a ese personaje.

En Kathmandú no te olvides visitar la Plaza Durbar, auténtico museo al aire libre, con sus pagodas y palacios, en donde se encuentra el Palacio Real y el Palacio de la diosa Kumari, la niña diosa viviente. Con el nombre de Kumari, se designa a una persona a quien se le considera como una diosa viviente en Nepal. Literalmente, significa virgen, en nepalí. Una Kumari es una niña en la pre-pubertad, que es seleccionada de la casta Shakya, perteneciente a la comunidad Nepalesa de Newari. La Kumari es venerada e idolatrada por algunos de los hindúes del país así como también por budistas nepalíes, pero no por los budistas tibetanos. Vive en el Kumari Ghar, un palacio que visitamos y que se encuentra en el centro de la ciudad. Durante nuestra estancia en el mismo se asomó por una de las ventanas del palacio y tuvimos ocasión de saludarla. Da un poco de pena contemplar a una niña con aspecto triste, que ha sido apartada del contacto con sus padres, a pesar de que nos aseguraron que sí tiene contacto con otros niños.

Uno de los grandes placeres de esta ciudad es pasar unas horas observando como la vida transcurre en la capital desde lo alto de alguna de las terrazas que rodean estas torres, entre ellas la más espectacular es la llamada Maju Deval.
Aunque el vídeo sea corto os aseguro que aquí desayuné unos donuts caseros deliciosos con un chai calentito que se alargó casi tres horas. Desde aquí arriba las sensaciones se disparan, el sitio es tan mágico, tan espiritual, tan real que nunca te quieres marchar. Yo de hecho en el tiempo que pasé aquí, vine todas las mañanas a desayunar para desde aquí inspirarme en el nuevo camino a recorrer.