Pueblo deshabitado
Guardo un especial recuerdo de La Barbolla, porque fue la primera de mis muchas visitas a pueblos deshabitados. Una caza de rincones para la que no hay mejor provincia que Soria, emblema del éxodo español.
Tras varios kilómetros de recorrido por carreteras rústicas que horadan entre los bosques sorianos, llegamos a este conjunto de arcilla y piedra, materiales tan característicos de la arquitectura soriana. Durante todo el trayecto caía una lluvia espesa que, como por arte de magia, cesó al llegar al pueblo.
Después de unos momentos de duda -y miedo- nos decidimos a recorrer el fantasmagórico poblado, donde aún quedan en pie bastantes casas, como el cine club. También dispone de una imponente iglesia intacta y entre las ruinas pudimos observar la fragua, con su horno intacto. Ya en los márgenes del pueblo puede observarse el modesto cementerio, que empataba en silencio con el resto del pueblo, y el fantástico conjunto de la fuente y el bebedero.