Llego a la tienda de Tintín con un ...
Llego a la tienda de Tintín con un gofre en la mano, embadurnando mi cara de chocolate tal y como debe comerse un gofre mientras se camina por la calle y saturando la mini servilleta de papel que con tanta escasa generosidad me dio el tendero.
Por un momento Tintín acapara mi atención más allá del gofre. Abro un inciso para decir que si el gofre en vez de belga fuera estadounidense dejaría en paro al dónuts, pero no es eso de lo que estamos hablando.
Tintín me parece una viñeta insuperable y todos sus personajes y escenarios dignos de un reconocimiento digno y nada cuestionable. Eran los años 30 del siglo pasado, que muchos consideraremos durante mucho tiempo aún nuestro siglo, y Hergé caminaba por las calles que ahora recorro yo. De hecho, muchas de ellas están plasmadas en su gran cómic que reflejan el mundo de su época y lo que estaba por venir.