Una calle con sabor a mar
La Tour Grosse-Horloge o Torre del Reloj es la monumental puerta de entrada a la villa fortificada de La Rochelle, atrás quedan las tres impresionantes torres que velan incansables frente a Le Vieux Port, atrás queda el amasijo multicolor formado por los veleros fondeados en sus tranquilas aguas y atrás queda el agradable frescor que proporciona la suave brisa atlántica que sopla en la bocana del puerto.
Antes de deambular por la villa merece la pena detenerse unos instantes frente a la Porte de la Grosse Horloge , antiguo pórtico de la muralla que separaba el puerto del casco antiguo y contemplar su estructura distinguiendo los diversos elementos que la componen: una base cuyas primeras piedras se colocaron a finales del siglo XII , un cuerpo central que se completó en el siglo XIV y que contaba por aquel entonces con dos entradas, una para los transeúntes de a pie y otra para las caballerías; unas torrecillas laterales que enmarcan el mencionado cuerpo central , un bello campanario octogonal añadido en el siglo XV y una cúpula decorada con pilastras y Cupidos fechada en la primera mitad del siglo XVIII.
Hoy tan sólo queda un arco en la Tour Grosse-Horlog , por el nos adentramos en la vieja ciudad medieval y casi sin darnos cuenta enfilamos la Rue du Palais para descubrir un mundo repleto de mansiones, algunas con entramados de madera en las fachadas, otras recubiertas de una piedra grisácea cuya tonalidad, clara y elegante, contrasta con la oscuridad de la pizarra que recubre los tejados, apreciamos edificios renacentistas del siglo XVIII que pertenecieron a armadores y comerciantes - el mar siempre presente en La Rochelle- paseamos ante elegantes edificios que ocultan en su interior hermosos patios y admiramos las calles porticadas en cuyos soportales se suceden los más diversos locales comerciales.
La Rue du Palais se ha convertido a lo largo de los siglos en la columna vertebral del mercadeo y encarna perfectamente la vocación comercial de esta ciudad y sus habitantes, no en vano La Rochelle fue la puerta de Francia a Canadá (Nueva Francia) y a muchas de sus colonias de ultramar de las cuales procedían los exóticos productos (pieles, azúcar, sal, especias y algodón) que a buen seguro se exponían en las mismas galerías y soportales que hoy día ocupan modernos locales comerciales.
El importante papel jugado por La Rochelle en el pasado colonial francés queda reflejado en la rue de l’Escale, cuyos adoquines, todavía visibles en la actualidad, se fabricaron con las piedras utilizadas como lastre por los barcos procedentes de Nueva Francia.
En el entorno de la Rue de Palais encontraréis magníficos edificios entre los que destacan el Palacio de la Bolsa, el Palacio de Justicia, la Casa Venette, el Palacio Fleuriau y el Ayuntamiento.
¡Que lo disfrutéis!
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