Palloza por fuera, bar restaurante por dentro
La visita a este restaurante es doble. Por un lado es cultural, pues su exterior sigue siendo el de siempre: planta circular, paredes de piedra y teito (tejado) de paja con caída terminado en punta. Por el otro gastronómica: su interior ha sido remodelado para ubicar en él un restaurante en el que degustar las más típicas delicias del Bierzo.
Merece la pena pasar aunque sea a tomarse un café, mejor si es acompañado por algún bizcocho o tarta hecho a base de castañas, probablemente recogidas por la zona. Disfrútalos al lado del hogar central o junto al escenario si tienes la suerte de pillar ese día actuación. Hagas lo que hagas no olvides levantar la vista al techo para comprobar como las bien entrelazadas hebras vegetales no dejan pasar ni una gota de agua.
Si vas con niños podrán correr a sus anchas en primavera, verano y otoño por el parque que se abre a las puertas del edificio. Al otro lado del río hay columpios, procura sentarte en una de las mesitas de pizarra del exterior para no perder de vista a los peques.
No obstante, esta acondicionada palloza, la construcción más típica de la zona de los Ancares, no está sola. En su exterior también podrás contemplar un no menos tradicional hórreo, ideado para mantener a salvo provisiones durante el invierno, lejos del alcance de los ratones.
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