Magia y sofisticación en la sierra turolense
La historia de este Relais & Châteaux es apasionante. Que hace ahora veinte años dos ejecutivos británicos dejaran su profesión y país, y aterrizaran en esta remota tierra del Matarraña es algo inaudito, pero así fue, y convirtieron una antigua hacienda agrícola en uno de los hoteles con más prestigio y renombre de Aragón.
Parece increíble que descubrieran esta torre del siglo XV en la sierra de Teruel, a la que solo puede accederse a través de una pista forestal de unos cinco kilómetros, donde ahora el buen gusto y el refinamiento más absoluto son sus señas de identidad.
Sus 17 habitaciones rústicas son todas distintas, y para nada lujosas, pero si tienen piezas de mobiliario antiguo en algún rincón que no pasan desapercibidas. Su ambiente induce a la relajación, y su jardín repleto de flores, a leer un libro oyendo el aleteo de las hojas de los árboles o el murmullo de las fuentes.
Hay una preciosa biblioteca, salones y rincones para perderte, una preciosa bodega en el interior de la antigua torre almenada, y una pequeña piscina para refrescarte, eso si, no hay televisión en las habitaciones.
Llama poderosamente la atención ( por lo menos a mi) que en cada rincón haya un centro o un pequeño ramillete de flores frescas, la atención puesta en el detalle, y en agradar a los clientes es manifiesta.
Por otro lado ¡que personal tan profesional y encantador! la particularidad además de que su cocina es "abierta", predispone a conocer a los trabajadores y a sentirte como en tu propia casa.
Un reducto de refinamiento y buen hacer de una pareja inglesa que ha puesto aquí su vida e ilusión, un lugar para hacerse un gran regalo.


